26.4.11

Si el río suena...veneno lleva.


Hoy he decidido empezar a escribir sobre la dinastía Julio-Claudia. Es una dinastía que dará mucho que hablar, ya lo verán, y la más notoria en la historia del imperio romano. Cinco de los emperadores más famosos provienen de esta dinastía, a saber: Augusto (tan angelical que parecía cuando lo compraron),  Tiberio (llegó al poder gracias a que su madre Livia se cargó a media Roma), Calígula (sólo puedo decir que estaba como una chota), Claudio (el único al que consideraban tonto, y el más listo en realidad) y Nerón (gracias a los dioses todavía no se habían inventado los mecheros).

La dinastía Julio-Claudia era todo un espectáculo: traiciones, asesinatos, matrimonios incestuosos, destierros, conjuras y demás espectáculos morbosos que cualquier guionista pagaría lo que tiene por inventarse.
Y es que la realidad superaba a la ficción, se lo aseguro.
Para conocer más a fondo la telenovela de sus vidas, les recomiendo dos series que seguirán apareciendo durante el tiempo que compartamos juntos: “Roma” que nos relata los imperios de Julio César y Augusto y “Yo, Claudio”, que hace un repaso magistral a los imperios de Augusto, Tiberio, Calígula y Claudio. De Nerón nada, ya ven, aunque también tienen la película si quieren.
Es muy complicado contarles las idas y venidas de esta gente de buenas a primeras, así, a bote pronto, ni siquiera sé por dónde empezar.
He encontrado un árbol genealógico MUY simplificado en Wikipedia, en el que básicamente vemos en negrita los cinco emperadores, sus esposas, los hijos más relevantes, y sus hijos adoptivos que se unen con línea discontinua, y que, como ven, fueron claves en más de una ocasión.

Si éste árbol diera frutos, iban a ser castañas como poco...

Era muy común casar primos con primas, sobrinas con tíos, y lo único que se consideraba incesto era hacerlo hermanos con hermanas, aunque Calígula ni lo dudó, como no podía ser de otra manera.
Creo que he encontrado una manera de empezar, y es hablándoles de la persona que, en gran parte, hizo que la sucesión imperial se creara de esta manera, una persona inteligente y calculadora, alguien que hasta el día de su muerte estuvo instigando para que las cosas se hicieran a su manera. Alguien que contribuyó a que  a la familia Julia-Claudia pareciera maldita, pero que también les otorgó parte de su gloria. Alguien que, según dicen, acabó con la vida del propio Augusto por el bien de la familia. ¿Algún emperador? ¿Algún hijo bastardo descontento? No señores, de eso nada. Fue una mujer.

Una mujer bella, según dicen los escritos, considerada una auténtica romana, una madre y esposa virtuosa, con un nombre que nunca le pondría a mi hija, no porque no me guste, sino porque me saldría con mala leche seguro: Livia.


Una increíble y espectacular Siân Phillips interpreta el papel de Livia en "Yo Claudio"

Livia, ahí donde la ven, fue esposa de Augusto, madre de Tiberio, abuela de Claudio, bisabuela de Calígula y tatarabuela de Nerón. No creo que haya nadie más en toda la dinastía que cuente con ese privilegio.
Fue la tercera esposa de Augusto, a la que él más amó y con la que se quedó hasta el día de su muerte, aunque no le dio ningún hijo. Pero no hacía falta, ella ya tenía dos, Tiberio y Druso, y la señora no paró hasta que tuvo a su nene en el trono imperial.
Y le costó, no se crean, Augusto no tenía afinidad con Tiberio, le parecía un bruto, un hombre hecho para la guerra, no para la política (curiosamente el propio Tiberio pensaba exactamente lo mismo), pero Livia, desatendiendo las razones de uno y de otro, tejió su tela de araña en la oscuridad para conseguir su propósito.
Con su cabezonería, consiguió separar a Tiberio de su mujer, a la que amaba con locura, para casarlo con única hija de Augusto, Julia, a la que no soportaba.

Antes de seguir contándoles más detalles, quiero dejar clara una cosa, todo lo que a continuación relato, no son más que meras suposiciones, rumores, basados en ciertos escritos de cronistas que se han encontrado, pero que no son suficientemente consistentes como para darlos enteramente por válidos.
Pero aquí han venido a jugar ¿No es verdad?
¡Despellejemos a esa bruja!

Según dicen, Livia acabó con la vida de más de uno de su familia, directa o indirectamente, ya sea acusándolos de traición y conjura o directamente envenenándolos, su pasatiempo favorito.
Como he dicho antes, Livia quería a toda costa que su hijo Tiberio fuera el sucesor de Augusto, pero para hacerlo, tenía que pasar por encima de algunos cadáveres, porque su marido siempre prefería a otro antes que a su hijo.
Condenó a Tiberio y a Julia a un matrimonio desdichado que acabó en tragedia, ya que ésta empezó a montárselo con todo lo que se movía, y, al ser atrapada y considerada una vergüenza para Augusto, que luchaba por la virtuosidad del matrimonio romano, fue desterrada por su propio padre. Julia murió en una pequeña isla llamada Calabria el mismo año en que lo hizo Augusto, que ya es mala suerte también.

Anteriormente, Julia había estado casada con su primo Marcelo, que era el hijo de Antonia, hermana de Augusto (una de mis Julia-Claudias favoritas junto al propio emperador Claudio) pero Marcelo murió por “enfermedad sospechosa”, dejando la vía libre a Tiberio para convertirse en el esposo de la hija del emperador

Cuando Julia fue desterrada, Augusto acogió a sus nietos como sucesores, que también murieron en “circunstancias extrañas”.
Pero aquí no acaba todo. Germánico, padre de Calígula y uno de los mejores generales del imperio, era muy querido por el pueblo y en más de una ocasión había manifestado su nostalgia por la república. ¿Adivinen qué?…También murió “de una extraña enfermedad” en Antioquía.
Pero ahora viene lo mejor, según dicen (me siento una colaboradora de un programa del corazón) Livia acabó envenenando al propio Augusto, cansada como estaba ya de tanta historia, me imagino.
Pero le resulto bastante más complicado que al resto. Augusto empezaba a olerse algo, tantos sucesores muertos era bastante sospechoso. Y mientras tanto Livia presionando con lo de Tiberio. “Uhmm”-dijo Augusto-“ A ver si aquí mi señora me la está pegando...”
Así que optó por tomar medidas drásticas. Sólo bebía de la jarra de donde bebía Livia y únicamente comía los higos que él mismo cogía de una higuera que tenía en el jardín. Pero aún así se lo cargó. ¿Cómo? ¡Envenenó los higos la tía! ¡Los envenenó mientras estaban el árbol!


Con esa carita de ángel...para que después digan...

Así que al final no quedó más remedio que darle la coronita a Tiberio, que insisto, al principio no la quería. Pero bueno, a todo se acaba acostumbrando uno, no les iba a hacer un feo tampoco.
Una vida apasionante la de esta mujer, eso no se lo voy a negar. Pero quiero romper una lanza por ella, me siento en la obligación de hacerlo.
Livia estuvo considerada la mano derecha de Augusto en los 52 años que duró su matrimonio y siempre miró por el bien del imperio y de la familia (en fin…).  
Es cierto que era una mujer muy dada a la política, que aconsejaba muy bien a su marido y que daba una imagen la mar de ejemplar. No vestía ostentosamente, no se vanagloriaba de su poder y daba ejemplo al pueblo. Eso sí es verdad.
Para su condición de mujer, que en aquella época era bastante denigrante, ella consiguió tener su propia voz y convertirse en la “Madre de Roma”.
Tanto es así, que a Tiberio quisieron ponerle el título de “Hijo de Livia”, título que, por supuesto, rechazó, ya que a parte que era bastante ridículo, Tiberio nunca tuvo una buena relación con su madre. Cuando ésta murió -eso sí, tranquilamente en su cama y de vieja- Tiberio no asistió a los funerales y prohibió que se le rindieran homenajes.



 No me extraña que Tiberio la odiara, no se podía separar de ella ni cuando abría la cartera...

Como dicen en las telenovelas mientras se hace un fundido a negro algo abrupto sobre la cara maliciosa del hijo heredero al trono: “Continuará”. 

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