25.3.11

Que Ridley Scott me perdone...


Hoy he empezado a ver una serie que les recomiendo si les gusta la temática de los gladiadores y la estética de películas como 300 o Sin City.
Se trata de Spartacus, una serie que, aunque dista mucho de la realidad, resulta entretenida, sobretodo para aquellos sedientos de sangre a los que les gusta ver como salpica a cámara lenta.
Como sólo he visto los primeros capítulos, de momento tenemos a Espartaco en el ludum, o escuela de gladiadores, entrenándose para convertirse en un héroe del pueblo en contra de su voluntad, cómo a los romanos les gustaba.
Poco tiene que ver el potente Andy Whitfield, protagonista de Spartacus, con lo que fue nuestro amado Kirk Douglas, pero ya se sabe, los gustos cambian y, no nos engañemos, lo que prima actualmente en televisión son un buen par de pectorales, masculinos o femeninos, que por cierto, también abundan en la serie. Ya ven, puro espectáculo para el nene y la nena.



Andy Whitfield VS Kirk Douglas...lucha de titanes. 

Pero volviendo a los gladiadores, y sin querer ser aguafiestas para todos aquellos que adoran a Russell Crowe como si fuera un dios – conozco a un par de ellos- me gustaría desmitificar su figura, ya ven, me he levantado puñetera.

Originariamente el espectáculo de gladiadores –anterior a la civilización romana- se consideraba una ofrenda para los antepasados y se realizaba cerca de las tumbas, así que podríamos decir que era algo puramente religioso.
Pero algo que iremos descubriendo a través de este blog, si ustedes me permiten, es que nos parecemos más a los romanos de los que seguramente a muchos les gustaría. Si antes hablábamos de pechos varios para entretener al personal, ellos hablaban de sangre para entretener al pueblo. Y no les voy a mentir, de sangre no tanta, la verdad. El rito religioso se convirtió en espectáculo, sorprendente.

Es cierto que algunos gladiadores morían en la arena, pero sólo uno de cada diez.  Y la mayoría se debía a la sangre que perdían por las heridas en la batalla. Es cierto que cuando el animalico sufría mucho, le clavaban la gladius –originales ellos para los nombres- para acabar con la agonía, pero poco más.
Ojo, no me malinterpreten, sangre había a raudales en el anfiteatro, que para eso estaba ahí el pueblo soltando berridos, pero no de gladiadores, sino de condenados a muerte, cristianos y demás. Pero los gladiadores eran tremendamente caros, carnaza de primera categoría, comprados, entrenados e instruidos para durar más de un asalto. Que no estaba el horno para bollos.
Cuando pienso en las peleas de gladiadores no puedo evitar acordarme de las peleas de Smackdown, esas en las que hay mucho espectáculo, mucho músculo y mucha pirueta, pero poco más.
Sé que algunos de ustedes ya habrán abandonado la lectura indignados, pero a los que quedan les confesaré un pequeño secreto, algunos sí morían, pero eso quedaba en manos de los dos elementos más importantes de un anfiteatro, el pueblo y el organizador de los juegos.
La batalla era más o menos la siguiente: Entraban los gladiadores, saludaban al organizador de los juegos, no siempre, ojo, pero de ahí viene la famosa frase “Ave Caesar, morituri te salutant”. Hacían sonar el cuerno y empezaba la batalla, generalmente en parejas. Espadazos, redazos, heridas leves y el pueblo enloquecido. Hago una pausa para confesarles que esto me recuerda peligrosamente a una tarde con “Sálvame”.


Mosaico que representa una lucha entre gladiadores. Los marcados con un círculo cruzado son los caídos. 

En el momento del triunfo, el gladiador vencedor, con el vencido en sus manos, miraba al organizador de los juegos, y ahí señores, ahí viene el gran error, porque el cine ha hecho mucho daño con el tema de los pulgares.
Si el pueblo dirigía el pulgar hacia abajo no significaba “Mátalo, mátalo”, sino “Deja caer la espada, deja caer la gladius”, es decir, “¡Que no lo mates leñe!”.
Si el pueblo escondía el pulgar dentro del puño, significaba “Envaina la espada” es decir, pedía el perdón para el vencido.
En el caso de que el pobre hombre no tuviera tanta suerte, el pueblo pedía su muerte dirigiéndose el pulgar a la garganta. Pero aún así, de rebanar el gaznate nada, se le clavaba la espada en el omoplato para que llegara directamente al corazón y evitar el sufrimiento. Y adiós muy buenas. Eso sí, el gladiador aceptaba la muerte con honor y dignidad, todo era muy honorable en aquella época.

¿Y qué pasaba después? Pues depende del gladiador que fuera uno, si era el vencedor, se le ofrecían palmas como símbolo de victoria, se le pagaba sus buenas monedas y se le adornaba con coronitas de cintas, muy masculino todo. Si uno era bueno de verdad, recibía una espada como símbolo de libertad y podía retirarse a cuidar ovejas.
En caso de ser el vencido, pues nada oye, unos esclavos lo arrastraban con unos garfios hasta una puerta llamada “La muerte” y a otra cosa.
Durante el período del Bajo Imperio, es decir, durante la decadencia, sólo el emperador podía condenar a muerte a un gladiador, así que ya ven ustedes el drama.

No pienso aburrirles con clasificaciones, porque de gladiadores había muchos y de muchas clases, dependiendo de la vestimenta y la manera de luchar- no olvidemos que era un espectáculo de masas, tenía que haber variación y lucecitas que parpadearan- pero si hay un tipo de gladiador que siempre me ha llamado la atención, ése es el reciario. El nombre seguramente no les sonará, pero en cuanto se lo describa sabrán de cuál hablo.
Reciario significa en latín, el hombre de la red…¿Les empieza a sonar? Su armadura estaba basada en la vestimenta de los pescadores, y tenían como armas una red, con la que envolvían al enemigo, un tridente, que les servía para rematar la faena cuando tenían al pobre hombre inmóvil y una pequeña daga, que podía servir para atacar, pero sobretodo se utilizaba para cortar la red, que llevaban atada a la muñeca. Ver una batalla con ése tipo de gladiador debía de ser un espectáculo, porque hasta que no atrapaba al enemigo ya me dirán ustedes, me lo imagino persiguiendo al contrincante tridente en mano y red en muñeca, tratando de pescarlo.


Un reciario detenido por una figura alegórica con barba justo antes de dar el golpe de gracia.

Los gladiadores eran auténticos héroes, se hacían muchas apuestas sobre las batallas y el pueblo coreaba su nombre, pero ya lo dijo el poeta Juvenal, que lo que usaba el gobierno para mantener al pueblo tranquilo era “Panem et circenses” , es decir, pan y circo.
¿Que nuestro emperador abusa de nuestros derechos y nos trata como a perros? 
No pasa nada, tenemos pan.
¿Qué nuestro pueblo está viviendo una de las peores crisis que ha sufrido en su historia?
No pasa nada, tenemos fútb…quiero decir, circo. 

5 comentarios:

  1. Pero al piltrafilla éste, el tal Withfield, qué le van, las ostras o los caracoles... ¿Dice eso la serie o bien es para todos los públicos? ¿Es ambidextro? ¿Se le va cayendo el jabón por los rinconeso no?

    Y ya puesto, ¿utiliza caliga de marca esponsorizada con su propio nombre?... ¿Es del Inter o del Milán? ¿Del Madrid tal vez? El pueblo quiere... ¡qué coño!, ¡¡¡el pueblo exige saber más, mendiós!!!

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  2. Pues de momento Whitfield como Espartaco se declara heterosexual, pero claro, porque hay que mantener cierta rigurosidad histórica en la serie, no se yo lo que hará Andy en la caravana durante sus ratos libres.

    No lleva caligas, sino una especie de espinilleras de borreguillo...uhm...ahora que lo dices...revisaré los documentos porque eso indicaría un grado bastante alto de homosexualidad por parte del liberador.

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  3. Bonissim bufona, m'ha encantat ;) a favorits es queda, un petonas!!

    Dara

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  4. Moltes gràcies guapa! No sabia que tu també tenies un blog, ara li faré un cop d'ull! ;)
    Molts petons i records!

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  5. Si funcionaba hace 2000 años y sigue funcionando ahora, el Panem et circernses debe ser buena cosa. El hecho de haber suprimido la sangre en el terreno de juego indica una evolución de la especie. Buen artículo Beíta.

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