Antes de nada, disculpen el chiste del título, sé que no es muy bueno pero alguien me lo ha sugerido después de leer el post y no he podido negarme, me he estado riendo como una tonta un buen rato.
¡Hablemos de tormentos! ¡Yuju!
En esto los griegos y los romanos eran los putos amos, como diría Guardiola.
En serio, miren, los chinos se han llevado la fama, pero no vamos a engañarnos, si ustedes tienen el inmenso placer de coger un libro de mitología un día de estos se darán cuenta que a retorcidos no les gana nadie a nuestros antepasados.
Voy a hablarles de el Tártaro, y es que me he dado cuenta que el tema del morbillo mortal atrae bastante. El Tártaro era el “infierno” católico, una prisión con tres muros y con un río de fuego y con tres furias que empuñaban antorchas y látigos ensangrentados y chorraditas de estas salidas como de una mente infantil siniestra.
El Tártaro...es un poco Mordor ¿No?
Allí iban los malos malísimos, y los tormentos pues se adaptaban más o menos a los reos. También eran condenados al Tártaro aquellos seres inmortales que habían sido castigados por los dioses por tocarles demasiado las narices, cómo en el caso de Prometeo (véase “A un titán nos encomendamos”) que a pesar de no estar en el Tártaro lo condenaron bastante fuerte con el tema de el águila, el hígado y toda la mandanga.
Hoy seguiré con Tántalo.
Este hombre era hijo de Zeus y de Pluto, y fue rey de Frigia (Asia Menor) hasta que la lió y su propio padre lo mandó al Tártaro.
Por ser hijo de Zeus fue invitado a comer a la mesa de los dioses, un privilegio que sólo se le concedía a unos pocos elegidos. Como quería fardar con los amigotes se puso a contar todo lo que había sucedido en la comida y a repartir néctar y ambrosía que había robado. Pero bueno, supongo que ser hijo del dios de los dioses tenía sus ventajas porque se lo pasaron por alto.
Poco tiempo después decidió corresponder a los olímpicos ofreciéndoles un banquete. Todos acudieron con mucha alegría y apetito, porque la comida empezó a escasear. Tántalo, viéndose en un apuro, decidió, después de una larga meditación, escoger la opción más lógica, que era servirles a su propio hijo Pélope . Lo descuartizó y lo echó a la olla. Bien.
Como supongo que imaginarán, todos los dioses se echaron para atrás con un gesto de repulsión, todos excepto Deméter, que había perdido recientemente a su hija Perséfone y andaba algo despistada, así que se comió un hombro de Pélope.
Zeus, muy enfadado y avergonzado de su propia estirpe, metió la carne de Pélope en una especie de marmita mágica en plan Panorámix y el chaval volvió a recomponerse, eso sí, con un fuerte olor a ajo, me imagino.
Le faltaba un hombro, recordemos que Deméter se lo había comido, así que Hefesto, el herrero de los dioses, le construyó uno de marfil (supongo que hubo que matar a un elefante para eso).
Pero a Pélope no le auguraba un gran futuro, porque Poseidón, rey de los mares, lo raptó y lo convirtió en su amante, creo que medio a la fuerza, en fin...en la mitología la pederastía y el parricidio estaban en el orden del día...
Poseidón, muy enamorado de Pélope le regaló una cuadriga con unos caballos estupendos. También hay una península griega que lleva su nombre: El Peloponeso.
Lo último fue ya un rifi-rafe que hubo entre Tántalo y Zeus por culpa de un perro sagrado. Que si “te pedí que lo guardaras tú”, que si “no sé de que perro me estás hablando”, que si “vas a pagar por esto, que ya está bien”, que si “me despisté un momento y se salió”, que si “me habías dicho que no sabías de que perro te estaba hablando”…cosas de familia.
Zeus se lo cargó aplastándole la cabeza con una roca (muy sutil) y lo mandó derechito al Tártaro.
Allí Tántalo sufre una tortura bastante malintencionada que me recuerda al método Dukan ese.
Se encuentra en una laguna, con el agua por las barbilla. Sobre su cabeza cuelgan unas ramas con frutas jugosas que tienen una pinta de morirse. El problema es que cuando Tántalo, deshidratado y desnutrido, intenta coger una fruta o beber algo de agua, éstas desaparecen de su alcance, por los siglos de los siglos. Por si eso fuera poco, una roca bastante grande pende oscilante justo encima de su cabeza, aunque sinceramente, ha muerto de una pedrada en la bola, no sé, a mi ya no me daría tanto miedo eso, la verdad…
¿Es un poco el quiero y no puedo verdad? Se le pueden sacar tantas lecturas...
El próximo día, que será pronto, lo prometo, les hablaré de Sísifo, otro que sufrió tormentos en el Tártaro por intentar engañar a los dioses. (Los dioses odian que alguien sea más listo que ellos, como habrán comprobado…)
PD: Si alguno de ustedes se pierde con el nombre de los dioses no dude en consultar “Los dioses y la madre que los engendró” para tener claro quién es Deméter, Zeus, Poseidón, Hades y demás entes.