Pero bueno, como decía Gandhi, hay dos días de la semana por los que no debemos preocuparnos: ayer y mañana, así que vamos a ello.
Hoy me gustaría hablar de los hijos, de lo que va siendo la procreación en la época de los romanos, teniendo en cuenta que cada vez se oye más por la calle aquello de: “Sobran viejos y faltan críos”.
Niño romano con toga. ¿Tiene como mucha oreja no?
Para empezar, dejar claro que la vida de un romano medio era de aproximadamente 40 años para un hombre libre y 30 para un esclavo, eso siendo optimistas. Motivos para esa esperanza de vida había muchos, a saber:
El último punto es una pequeña broma que he querido incluir, aunque yo no la descartaría del todo…
Una vez aclarado esto, llega el momento de abordar el tema del “churumbeleo”.
Uno de los pilares en los que se sustentaba la sociedad romana era la familia. Se sabe que en la época de Augusto, el propio emperador realizó charlas y reuniones con los solteros nobles de la ciudad, echándoles la bronca por preferir tener relaciones con prostitutas y esclavas antes de buscarse una mujer y formar una familia. De la misma forma, premió generosamente a todos aquellos hombres que sí estaban casados, y que, como buenos romanos, devolvían a Roma lo que Roma les había dado a ellos: soldados que protegieran sus hogares.
¡Que bonicos y felices se les ve!
No nos engañemos, si Augusto quería que se formaran familias era porque veía en cada una de ellas, a un par o tres de críos que con 16 años estarían defendiendo los intereses del imperio. Parece básico, sí, pero gracias a ése espíritu “familiar”, la sociedad romana sobrevivió y se convirtió en el imperio más próspero que ha conocido la humanidad hasta el día de hoy.
Me gustaría añadir que Augusto solo tuvo un descendiente, y encima era una hija, Julia, mientras que a Livia, con la que convivió durante 50 años, no la embarazó ni una sola vez. No hay nada como predicar con el ejemplo.
Aun así, no hay que confundirse, porque no todos los hijos valían. Me explico.
El parto se realizaba generalmente en casa, con ayuda de una partera y de los dioses del hogar, entre los que se encontraba Juno, diosa de los partos. Cuando el bebé nacía, y si la madre seguía respirando (cosa que no siempre ocurría) la partera dejaba el niño en el suelo y se llamaba al padre. El padre como figura principal de la familia, el “pater familias”, miraba al niño como desde arriba, en un plano picado, y si le parecía que lo tenía todo en su sitio, lo levantaba y lo cogía en brazos. Eso significaba que lo aceptaba como hijo suyo, y ya después realizaban las tareas de limpieza y tal. Por otro lado, si al padre no le gustaba el hijo, por lo que fuera (deformidades físicas, por sospechar que no era hijo suyo, etc) simplemente mandaba que lo sacaran de su casa y lo dejaran en la puerta, para que, si le interesaba a alguien, se lo llevara. Hay que tener en cuenta que un ciudadano romano antes era hijo del Estado que hijo de su padre y de su madre, así que generalmente había más rechazos de hembras que de varones (menuda novedad).
Fíjense, la partera no quiere ni mirar...
Y ustedes se preguntarán ¿Y la madre? ¿La madre que hace? Pues la madre se calla y apechuga, que para eso es la mujer y aquí ni pincha ni corta ná. El “pater familias” era el único miembro de la familia que no debía respeto a nadie, y que poseía el derecho de la vida y la muerte tanto de su mujer como de sus hijos, incluso cuando estos ya eran mayores de edad. Se dieron casos de hombre que vendieron como esclavos a sus hijos, ya casados, para saldar sus propias deudas. Por suerte, esta ley se cambió, para que las esposas de esos hijos no se vieran de repente renegadas a la posición de “mujer de un esclavo”.
Una vez el bebé era acogido se celebraban las típicas ceremonias que a los romanos les encantaban, para purificar al niño, y para que los dioses le echaran un ojo de vez en cuando, y se les daba un nombre (praenomen), de los que ya hablé en mi post “¿Cómo decías que te llamabas?.
También se le ofrecía al recién nacido un colgante en forma de bolsita o cajita que contenía dentro un amuleto para el mal de ojo llamado “bulla”. Los niños y las niñas llevaban la “bulla” al cuello hasta que alcanzaban la mayoría de edad, momento en el que se la ofrecían a Hércules o a Juno, respectivamente.
"Bulla" romana...los niños y niñas romanos andaban encorvados hasta que alcanzaban la mayoría de edad...
Prometo seguir con el tema de la familia romana en breve pero ahora...¿Pero que hacen ahí sentados todavía? ¿No se han enterado que estamos en crisis? ¡Hagan el favor de ponerse a procrear por el bien del Estado!