He decidido que durante estos días voy a hacer un ciclo de
cuatro capítulos en los que intentaré explicar un poco mejor el origen de la
música según la mitología griega (que como ya sabemos, es la misma que la
romana). Espero que les guste y saquemos algo en claro de cuales fueron los
motivos de la existencia de la música. Algo que hoy en día tenemos al alcance
de la mano pero que antes pasaba por, como no, ¡muerte y destrucción! ¡Yuju!
Seguramente se preguntarán el porqué del título de éste
primer capítulo. Enseguida entenderán lo que quiero decir y, seguramente, no
volverán a mirar a una tortuga de la misma forma.
Los protagonistas de ésta leyenda son Apolo, el Dios Sol, el
Dios de las artes y la segunda figura más venerada en la antigüedad clásica
después de Zeus. Se encargaba de las plagas, pero también de la curación, así
que más valía estar a buenas con ése Dios. Era vengativo pero justo, muy
poderoso y algo incontrolable. Supongo que más adelante habrá que hacer una
entrada sólo con él y su carácter voluble y resplandeciente. El caso es que uno
de los protagonistas es Apolo, y ya está.
El otro protagonista es Hermes, uno de mis Dioses favoritos.
Era el Dios mensajero, protector de los viajeros, los mercaderes y los
ladrones, de carácter afable y servicial, algo inocente y muy cuqui en general.
Su nombre en la cultura romana era Mercurio. Se le representaba con las
sandalias aladas que, por cierto, he descubierto que hay unas Adidas aladas que
creo que caerán en breve. Pero en fin, que me despisto del tema, el segundo
protagonista era Hermes.
Las sandalias aladas estaban en la tintorería.
Primero de todo hay que tener en cuenta que un bebé Dios no
es un bebé normal. Hermes nació al cuarto mes y su madre, una pléyade llamada
Maya, lo envolvió con telas para que no se escapara. Seguramente Hermes pensó
“Telitas a mí” porque por la noche se escapó mientras todos dormían.
Iba el bebé de cuatro meses Hermes por el campo “larí, laró”
cuando encontró un rebaño supuestamente desprotegido que resultó ser el de su
hermano Apolo (recordemos que tanto Hermes como Apolo eran hijos del gran Zeus,
el follador vividor del Olimpo). El tema es que ni corto ni perezoso, Hermes
robó parte del ganado. Cuando digo parte me refiero a doce vacas, cien terneras
y un toro, casi ná. Les ató las colas a unas ramas y se fue andando hacia atrás
para no ser descubierto. El único que presenció el robo fue un anciano llamado
Bato, que, después de ver aquello, lo más probable es que pensara que se había
dejado de tomar la medicación. El bebé sobornó a Bato con una vaca (lo que eran los sobres de aquella época) a cambio de su silencio y sacrificó el ganado a los Dioses. Después, algo
cansado, se dirigió de nuevo a la cueva donde dormitaba su madre.
A la entrada de la cueva encontró una tortuga, y como parece
que su sed de sangre no se había saciado del todo, la mató, la vació por dentro
y utilizando el caparazón y los intestinos de las reses robadas inventó la
lira. Luego se fue a la cama y se volvió a dormir como si nada.
Hermes y Bato negociando las condiciones de su soborno.
Os podéis imaginar la ira de Apolo al descubrir que le
habían robado el ganado a él, pues no hay nada peor para un Dios que lo pillen
en un descuido. Bato le confesó (a cambio de dos vacas, resulta que al final el listo fue el anciano) que había visto pasar a un bebé arrastrando
ciento y pico animales y ató cabos.
Llegó a la cueva de Maya y exigió una explicación, pero la
pléyade le mostró a Hermes dormidito como un santo en la cuna y le dijo que
cómo podía acusar a su bebé de hacer algo así, que era muy pequeño y que hay
que ver.
Apolo no quedó contento y se marchó donde su papá para que
mediara entre los dos. Zeus obligó a Hermes a restituir el ganado pero éste, en
lugar de eso, le regaló la lira a Apolo a cambio de las vacas. Apolo quedó
encantado con el trueque y es por eso que uno de sus símbolos es la lira.
Hermes le regala la lira a Apolo para que no se enfade.
En otra ocasión, Hermes inventó la flauta y Apolo también se
encaprichó de aquél instrumento. A cambio de la misma, Hermes le pidió su
cayado de oro y que le enseñara el don de la adivinación. Es por eso que otro
símbolo de Hermes es el caduceo.
Así pues, se puede decir que Hermes demostró ser un gran
comerciante y, seguramente, el gran olvidado en la historia de la música, ya
que él solito inventó dos de los instrumentos básicos de la época antigua.
A pesar de eso, los laureles como Dios de la música se los
llevó Apolo. Eso pasa mucho, qué les voy a contar…
¿Y qué pasó con Bato? Pues nada, en un arranque de dignidad Apolo se disfrazó de hombre corriente y por codicioso y sobornable lo convirtió en piedra. No sé porqué tengo la sensación de que si esto pasara hoy en día, más de una sede política se convertiría
en una cantera, pero en una cantera de piedras de verdad.
La semana que viene: ¿Hasta dónde puede llegar la vanidad de
una Diosa?